Literatura Mexicana Contemporánea

Sobre la ecfrasis: cruces e interpretaciones

Irene Artigas Albarelli. Galería de palabras: la variedad de la ecfrasis. México: Bonilla Artigas Editores- UNAM, Facultad de Filosofía y Letras- Iberoamericana Vervuert, 2013.

Qué es la ecfrasis y cómo abordarla son preguntas que, si bien no se resuelven, quedan sobre la mesa después de leer Galería de palabras: la variedad de la ecfrasis, libro de carácter comparativo que presenta la historia de dicho modelo literario y de los géneros pictóricos que aborda en cada capítulo.

Frente a la definición tradicional de ecfrasis, que en ocasiones resulta vaga, “representación verbal de un objeto material”, Irene Artigas recopila otras tantas, muchas de ellas problemáticas, como las que evalúan igual texto y objeto sin considerar sus diferencias de soporte y recursos, y la presentan como una animación del estatismo visual, sugiriendo que esta característica de la pintura o la escultura es una carencia que necesita resolverse; o al contrario, aquellas definiciones que comparan el lenguaje verbal con el lenguaje pictórico y señalan las limitaciones del primero al representar con precisión una imagen. Otra postura complicada es la que entiende la ecfrasis como un texto autónomo, lo que resulta una contradicción de la definición tradicional en la que el carácter ecfrástico reside precisamente en la relación del texto con el objeto; un ejemplo es el poema “Olympia’s Manet” de Margaret Atwood, que en su búsqueda para solucionar el problema de la identidad femenina se aleja demasiado del cuadro de Manet y cae en la no-comunicación, de donde surge la pregunta ¿hasta dónde un texto es ecfrástico?

En el extremo opuesto está definirla como el resultado de una lucha entre lo verbal y lo visual (incluso entre el poeta y el objeto), en la que el texto busca someter aquello que representa, o bien como la imitación en literatura de una obra de arte, cuestionando implícitamente si la literatura es arte y, lo sea o no, asumiendo el carácter literario que debe tener la ecfrasis. Por motivos de espacio en el libro se analizan solamente diez poemas, pero se establece que no es exclusiva del género ni, a riesgo de intentar definir qué es literariedad, de la literatura, pues aunque muchas veces aparece en textos de carácter literario, también puede inclinarse hacia la crítica.

Si la escritura y las artes visuales se encuentran al mismo nivel en tanto que son una interpretación del mundo, siguiendo la idea de la mímesis platónica, la ecfrasis quedaría un nivel más alejada de la realidad. De igual forma resulta problemático verla como el complemento de algo que aparentemente estaba completo de antemano. En cambio, entenderla no como el elemento faltante o el que enfrenta la obra, sino el que la fortalece permite que surjan textos como “El Bosco”de Rafael Alberti o “The seed cutters” de Seamus Heaney. El primero utiliza recursos similares a los del pintor para representar un cuadro enigmático, El jardín de las delicias: si el pintor inventa seres que no existen, el poeta crea nuevas palabras; el segundo inventa una escena a partir de los cuadros de Brueghel y surge una representación verbal de una pintura que no existe. Ambos toman como punto de partida una imagen para crear algo distinto.

A lo largo de la obra, Irene Artigas muestra los contrastes entre literatura y artes visuales, otorgándoles correspondencias como tiempo y espacio, narración y descripción, retórica y sofística, masculino y femenino, y opresores y oprimidos respectivamente. Aunque resulta interesante equiparar la representación visual con los conquistados que no tienen voz para representarse a sí mismos y son representados por un discurso externo, pensar que las artes visuales están bajo un yugo opresor y por este motivo surgen textos sobre ellas con ímpetus libertarios resulta reduccionista. De la misma forma, considerar que la voz poética va más allá de los límites del objeto le resta a la imagen visual su capacidad de significar más de lo que a simple vista presenta y al espectador su capacidad de interpretación frente al objeto. Sin embargo vale la pena rescatar la asociación de lo femenino con la naturaleza muerta y la traducción, todas ellas relegadas a espacios menores y privados, y en una búsqueda constante de reivindicación.

Por otro lado, los tres géneros pictóricos elegidos, paisaje, retrato y naturaleza muerta, muestran la alteridad del artista frente a sus referentes: un espacio –se incluye aquí todo lo que puede abarcar el género paisajístico–, otro individuo –incluso el artista mismo en el caso del autorretrato– y los objetos en apariencia intrascendentes que exaltan las naturalezas muertas. Es posible argumentar que la otredad siempre está presente en cualquier representación visual, pero la ecfrasis pretende potenciar esta alteridad, obligar a quien la lee a cuestionar la representación y profundizar en ella.

Aunque el libro resulta más una visión panorámica que un análisis detallado de los poemas, faltaría añadir qué ocurre frente a las manifestaciones artísticas que no son necesariamente esculturas o cuadros, por ejemplo, qué textos surgen con la llegada de la fotografía o los readymades, y qué se escribe acerca de una pila de tabicones presentados en una de las últimas ediciones de Zona MACO; de igual forma resultaría interesante analizar la interacción texto-objeto que permiten los soportes digitales.

Finalmente, además de su carácter intermedial y crítico, con frecuencia se insiste en la subjetividad que existe en toda ecfrasis, lo que sirve para recordar que, al final, se trata solamente de una interpretación posible sobre una o varias obras.

Ana de Anda

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